sábado, 27 de noviembre de 2010

De como no es posible ganarle en discusión al jazz y al vino

Una copa de tinto, un libro y jazz. Encerrado en su cuarto un sábado en la noche.
¿De qué se esconde?
La música lo envuelve con duelos de metales y conversaciones entre cuerdas. Se encuentra en paz. O mejor dicho, intenta convencerse de que no esta en guerra.

Una guerra que está destinado a perder. Pase lo que pase, sea cual sea el resultado, uno siempre perderá en una guerra contra uno mismo. Más aun cuando es la eterna guerra entre el olvido y el recuerdo. Si recuerdas pierdes, si olvidas… no ganas nada.

Cerró el libro. Otro más que termina. Lo sostiene por un tiempo, como recordando los buenos tiempos que pasaron juntos. No tiene nadie con quien comentarlo. La torre de libros terminados aumenta y aumenta, pero las letras nunca lo sacian.

El contrabajo parece hablarte. Lo regaña. Le recrimina. Él sabe que el libro es una excusa. Un placebo que no cura, sino que enmascara. Él sabe que por eso hay tantos libros. Son meras historias que intentan ocultar la suya propia. Él lo sabe, y se lo recuerda con su barítono hablar y su increíble seguridad.

No le hables, contrabajo. ¿No ves que no quiere recordar? ¿No ves que está escondido?
Se esconde del recuerdo, ya que, a menos que olvide seguirá sumido en sus historias. Entonces perderá su guerra.

Vino. Un sorbo de vino. Suave, dulce, aromático.
Lo siente recorrer todo el camino desde que remoja sus labios hasta que calienta su estomago. El sabor lo invita a otro trago más y, lentamente, su cabeza se aliviana y amenaza con alzar vuelo a algún otro lugar. Un lugar lejano. Un lugar mejor.

Detente, vino. ¿No ves que quiere permanecer alerta? ¿No ves que está escondido?
Se esconde del olvido, ya que, si se marchan sus recuerdos no le quedará nada. Entonces perderá su guerra.

La guerra es todo lo que se conoce en ese cuarto. Y los agentes que utiliza para enmascarar el ambiente son los mismos que constantemente le recuerdan que no hay victoria posible a la vista.

Entonces toma otro libro. Y mientras lee cautelosamente la primera página, una trompeta intenta comunicarle con rápidas y explosivas secuencias, que la única manera de abrir la puerta de este cuarto… es desde adentro.