martes, 28 de septiembre de 2010

Motel

Abrió su maleta.
De esta sacó sus guantes, hacía frío y las manos siempre eran lo primero que se le helaba.
A pesar del frío y su preocupación por las manos, no se puso la chaqueta, el carro estaba a pocos metros de la puerta y esperaba regresar rápido al abrigo de la habitación.
Había dicho a su esposa que llamaría al llegar al hotel, pero su celular fue olvidado en la guantera del vehiculo, y en el pequeño motel no había teléfonos.
La noche era de luna llena, cosa que ayudaba, ya que la mayoría de los bombillos del pasillo externo del motel habían caducado.
No nevaba, pero lo había hecho durante el día, y la nieve que había logrado derretirse se congelaba y presentaba un peligro potencial.
Salió apurado con la intención de regresar rápidamente a su habitación, cerro la puerta de ésta al salir, ya que el motel al borde de la carretera poco transitada no le inspiraba seguridad, no importaba lo corto del tiempo que estuviese afuera.

Ya frente a su auto, a pocos pasos de su cuarto, reparó en que había olvidado las llaves del mismo dentro de la habitación. IDIOTA – Pensó.
Regresando a la habitación, casi resbaló con un charco congelado en el pasillo, sin embargo recupero el equilibrio y evito la caída.
Maldito motel, se notaba a leguas que no lo mantenían. La mayor parte del pasillo que separaba las habitaciones del estacionamiento se encontraba cubierto por una fina capa de hielo.
Igual no era muy concurrido, no existía ningún otro carro en el estacionamiento, y el gerente del hotel parecía tener más ganas de irse a la cama que de brindar atención a su único cliente.
Quizás la falta de clientes era la razón de tanto descuido, o viceversa.
Introdujo la llave de la habitación en el cerrojo, y al girarla ésta, en vez de accionar la cerradura, se rompió con un seco crujido dentro de la cerradura, imposibilitando su entrada al cuarto.
Maldijo en voz alta y lanzó lo que quedaba de llave contra la puerta.
Que hacer ahora.

-Maldito viaje- pensó. Todos los años su compañía lo enviaba al norte para una reunión que daba la casa matriz de la empresa.
Dos días de viaje para solo medio día de conferencia. Luego dos días más de regreso. En este maldito frío.
El frío.
Comenzó a sentir el frío y se arrepintió de no haberse puesto la chaqueta.
Se le ocurrió acercarse a la oficina del motel y pedirle ayuda al gerente.
Las luces estaban apagadas, y luego de tocar la puerta y gritar repetidas veces se dio por vencido.
Regresando a su habitación no pudo sino reír de lo absurdo que resultaba su dilema: encerrado fuera de su cuarto y su carro, en un motel a orilla de una carretera por la que no pasaban autos, sin huéspedes ni personal a quién poder acudir y sin manera de poderse comunicar con alguien del exterior.
Sintió una ráfaga repentina de brisa helada y dejo de reír. Iba a ser una larga noche.
La puerta – pensó – He de hundir la puerta.

Luego de golpear suavemente con el hombro la puerta para probar su resistencia, supuso que con buen impulso lograría tumbarla.
Dio varios pasos hacia atrás y calculo su camino para evitar los pozos de agua congelada.
Una vez todo calculado, tomó aliento y con todas sus fuerzas arremetió contra la puerta.
Para su sorpresa esta resistió, y confundido se encontró trastabillando de espaldas en un camino que no tenía para nada calculado.
Un paso en falso sobre el hielo hizo que perdiera el equilibrio.
Dio un giro en el aire para de esta manera poder amortiguar su caída con los brazos estirados pero no contó con que su auto estaría en medio de su trayectoria.
Su mano izquierda dio contra la capota del vehiculo mientras que su mano derecha y el resto de su cuerpo seguía su viaje acelerado al pavimento.
El carro le hizo girar su cuerpo ligeramente hacia la derecha, por lo que su impacto con el suelo no fue como había esperado.

Todo su peso cayó violentamente sobre su brazo derecho, haciéndolo quebrarse con un fuerte crujido.
Un grito ahogado salio de su garganta y unas lágrimas asomaron por sus ojos.
Se veía parte del hueso sobresaliendo de una herida. Una fractura abierta.
Apoyó su espalda en el auto y comenzó a llorar.
El shock por el dolor y el frío que lo envolvía hicieron que se les durmieran las piernas y que le costara respirar.
Comenzó a nevar.
La noche no sería tan larga después de todo.

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