martes, 31 de agosto de 2010

Jueves (3)

Le encantaba escaparse de su trabajo y tomar largas caminatas por las aceras de su ciudad.
Usualmente se quedaba hasta las primeras horas de la noche tras su escritorio, pero este jueves decidió darse uno de sus pequeños gustos, salir un poco más temprano, y caminar.
Le agradaba estar a solas con sus pensamientos, aunque últimamente estos le enturbiaban la mente con agobios y una insistente paranoia.

A pocas cuadras de su edificio de oficinas escucho un grito desgarrador, lo que le hizo voltear la cabeza justo a tiempo para ver un joven cuerpo estrellándose contra la calzada.
La presencia de tan brutal espectáculo le causo nauseas. Tropezando con si mismo se alejo de la escena lo más rápido que pudo.

Anduvo unas cuantas cuadras sin poder dejar de pensar en lo ocurrido. No le calculaba más de 25 años al joven suicida.
Había leído varios artículos y ensayos sobre el suicidio adolescente, aun así no veía razón por la que alguien tan joven quisiera poner fin a su vida. Para él, la vida siempre fue sagrada, aunque últimamente sus oscuros pensamientos le hacían dudar sobre muchas de sus creencias.

Al doblar la esquina, distraído como venía, choco con una joven que caminaba apurada y, al parecer, igual de sumergida en su mente.
Rápidamente se dispuso a disculparse, pero fue entonces cuando reparo en la vestimenta de la joven.

Por un segundo pasó por su mente solicitar los servicios de aquella chica. Pero pasado el segundo, entró en razón y sintiendo asco consigo mismo, volteó rápidamente y siguió su camino.

Esa no era la solución a los problemas que le pesaban, aunque fue la primera respuesta que consideró. Después de todo, ¿Por qué no pagar a su mujer con la misma moneda?
A pocos metros vislumbró el bar, e inmediatamente comenzó a sudar. Hoy su paseo tenía un destino.

Entró al local y parado en la puerta comenzó a escrutar los rostros, uno por uno, con sumo cuidado, de los clientes del bar. Más que todo borrachos y solteros buscando suerte.
De pronto lo reconoció sentado solo en una mesa, estirando su brazo a lo que parecía su segunda cerveza.

Súbitamente el hombre de la mesa volvió su cara y por un segundo sus miradas se cruzaron. Fue ahí cuando sintió una sensación horrible en su estomago, un eléctrico como nunca había sentido antes.
Al ver que el hombre de la mesa intentaba levantarse saco su arma de su bolsillo e hizo tres disparos certeros.

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