miércoles, 30 de junio de 2010

Felicidad

Recientes circunstancias me han dado a pensar en la felicidad.
He llegado, lamentablemente quizás, a adoptar la siguiente noción: La felicidad no existe, existe simplemente una ausencia temporalmente indeterminada de la infelicidad.

Cuando la llamada felicidad parece aparecer, cumple la función de alejar la infelicidad, sea por segundos, horas o incluso años. Lo que me lleva a decir que, a diferencia de la infelicidad, su antónimo no constituye un término general sino más bien uno específico, personal y momentáneo.

Es específico ya que, tristemente no cualquier cosa traerá felicidad. Son cosas exactas, que de ser un ápice más generales de lo ideal, pasarán totalmente desapercibidas. Para explicarme mejor emplearé el mejor ejemplo que se me pudo ocurrir: un beso. Un beso en general, de cualquier persona, de forma de saludo, es tan corriente que se convierte en habitual y automático. En cambio un beso, así sea en forma de saludo en la mejilla, de la persona correcta, traerá felicidad.

Igualmente es personal. Lo que alegra a una persona no tiene por que alegrar a otra. He comprendido, quizás un poco tarde, que las cosas que más felicidad aportan son aquellas que el resto de la sociedad da por sentado o no nota en lo absoluto.

Por último, es momentáneo. Esto porque, además de que cada cosa que nos aporte felicidad solo lo hará por un período de tiempo delimitado; lo que nos hizo feliz en algún momento de nuestras vidas, no necesariamente surtirá el mismo efecto en alguna otra ocasión.

Estas tres características explican la rareza de esta ventana que conocemos como felicidad.

Luego de comprender esto, considero que buscar la felicidad es un ejercicio completamente inútil, ya que encontrarla es imposible. Por esta razón buscarla traería únicamente el fracaso, lo que lógicamente viene acompañado de infelicidad, cosa que nos daría más razones para proseguir con tal inútil búsqueda y caeríamos en uno de los círculos viciosos más absurdos que existen.

Al ser la felicidad una mera oportunidad, bordeando en lo azaroso, es ella quien encuentra a la persona, es ella quien decide de que manera encontrarlo, y más importante aún, es ella quien decide cuanto tiempo se quedara con tan dichoso personaje.

Y es esto lo que podríamos considerar incluso como hermoso. Esto porque es cuando uno menos se lo espera que se abre esta ventana entre las paredes de la infelicidad y se nos es permitido asomarnos un rato.

Como pueden ver no soy un completo pesimista. He vivido mis momentos felices y creo que los he aprovechado al máximo. De hecho, no tengo nada en contra de la llamada felicidad, todo lo contrario. Sin embargo pienso que todo lo que he dicho es cierto, quizás sea el hecho que recientemente se me cerro una ventana. O quizás sea que las situaciones dificulten cada vez más la apertura de ventanas nuevas.

En fin, por más cursi que suene; así es la vida y así hay que vivirla. Poco a poco y pensando que la vida esta hecha para mirarla en retrospectiva, y de esa manera podremos contar y recordar aquellas ventanas por las que nos asomamos.

martes, 29 de junio de 2010

La bestia enjaulada

Vueltas y vueltas la bestia enjaulada en su seis por cuatro. Paredes de concreto responsables de nudillos sangrantes.
Un solo sentido vueltas y vueltas la bestia enjaulada contra las agujas del reloj.
El bombillo en el techo titila amenazante, preparando la habitación para la completa oscuridad. Vueltas y vueltas la bestia enjaulada y un solo sonido.
Un reloj que ausente a maltratos se rehúsa a detenerse.
Una puerta siempre abierta sugiere un escape deliberadamente ignorado.
Vueltas y vueltas la bestia enjaulada…
A gusto en su prisión.